viernes, 12 de septiembre de 2014

Siempre nos quedará... Hong Kong

     Las tierras bañadas por la bahía de Hong Kong han estado ocupadas por los chinos desde el neolítico. Al principio sólo era una pequeña comunidad pesquera --refugio de piratas y contrabandistas del opio-- pero en el siglo XVII se convirtió en campo de batalla entre las dinastías Ming y Ping, con el resultado de su integración en la propia China. Tras la Primera Guerra del Opio, la isla de Hong Kong empieza a ocupar un lugar en la Historia al ser cedida por China con carácter indefinido  a Gran Bretaña, mediante el Tratado de Nanking de 1842. Y después de la Segunda Guerra del Opio se acordaron nuevas cesiones a Gran Bretaña, como la península de Kowloon y la isla de Stonecutters. A partir de entonces la colonia creció con la incorporación de esos nuevos territorios arrendados a Gran Bretaña por noventa y nueve años, a contar desde el 1 de julio de 1898; es decir, hasta el día 30 de junio de 1997.  Con el establecimiento en 1912 de la República de China, Hong Kong se convirtió en refugio político para muchos exiliados chinos que procedían del continente.

     En 1937, durante la guerra de China con Japón por Manchuria, Hong Kong se convirtió de nuevo en lugar de asilo para cientos de miles de chinos desplazados por la invasión japonesa pero durante la Segunda Guerra Mundial  cayó en manos de los japoneses y éstos la transformaron en centro militar de su campaña en Asia. Los británicos recuperaron la ciudad en 1945, después de la humillante rendición incondicional de Japón a las potencias aliadas, en general y a los Estados Unidos, en particular. En los años cincuenta, durante la guerra de Corea, Estados Unidos prohibió comerciar con la República Popular China y eso parecía que iba a perjudicar en gran medida la actividad de Hong Kong, congelando su expansión económica. Sin embargo, la continua llegada de chinos desde el continente proporcionaba mano de obra barata lo que posibilitó un rápido crecimiento, especialmente de la industria manufacturera. El desarrollo económico transformó a Hong Kong en una de las regiones más ricas y productivas de Asia como consecuencia de las sucesivas olas migratorias, incluidos refugiados de Vietnam a partir de los años ochenta.  Por la Declaración Conjunta firmada por China y el Reino Unido el 19 de diciembre de 1984 en Pekín, China prometió que bajo la política  de "un país, dos sistemas" el sistema económico socialista de China no se aplicaría en la colonia, respetando el sistema legal existente en Hong Kong antes del traspaso de soberanía previsto para 1997 y por un plazo de cincuenta años, hasta el año 2047. Eso sí, China se hizo cargo de la política exterior y de la defensa del territorio. El 1 de julio de 1997 Hong Kong pasó a China como Región Administrativa Especial, régimen que finalizará en el año 2047 con la plena integración en China. Hoy Hong Kong es uno de los centros turísticos, industriales, financieros y comerciales más importantes del mundo, desempeñando el papel de trampolín para el comercio y la inversión de la China continental.   
     El Aterrizaje en el Aeropuerto de Hong Kong  --el nuevo, inaugurado en el año 1998— es una magnífica medicina contra en estreñimiento, Está construido sobre una isla artificial de terreno robado al mar y es uno de esos aeropuertos modernos con arquitecturas rompedoras y miles de pasajeros de los cinco continentes recorriendo sus salas, incluso a las tres de la mañana. Descender entre esas torres que miran al cielo y unos cortados rocosos que parecen haber sido formados a mordiscos por dioses gigantes es un espectáculo no apto para estómagos pusilánimes. ¡Como sería el antiguo aeropuerto que hasta algunas compañías aéreas se negaban a volar hasta allí! La panorámica desde las alturas del aire es fabulosa: torres de acero y cristal levantadas en un espacio mínimo de tierra. Algo así como ver clavadas cien jeringuillas en la panza verde de una aceituna gordal. Luego, cuando te mueves a pie entre esos edificios majestuosos, comprendes que todo ha sido un efecto óptico porque los rascacielos están separados por jardines inmensos rebosantes de jungla verde perfectamente maquillada. Hoy día, la isla de Hong Kong se ha convertido en una de las capitales mundiales de la arquitectura moderna.

     Es significativo el aumento del grado de concienciación de los hongkoneses respecto a la preservación de su legado histórico, sobre todo a lo largo de esta última década. Muestra de ello son las diversas protestas que tuvieron lugar a finales de 2006 en contra de la demolición del antiguo Star Ferry.

     Cuando bajamos caminando del Victoria’s Peak por la avenida  Old Peak Road nos topamos casi de bruces con la escalera mecánica que sube desde Central hasta los Mid-Levels. Para el que no lo sepa, se trata de la escalera mecánica cubierta más larga del mundo: ochocientos metros en tramos de cincuenta, más o menos. Subirla es un placer porque no es una escalera mecánica gigantesca y seguida, sino que tiene varios apeaderos que van desde Central Market hasta Conduit Street en el corazón de los Mid-Levels, para que la gente se pueda bajar donde más le convenga en aquel dédalo de callejas levantadas a  diferentes alturas.
   
     Hong Kong tiene una población total estimada de 6.800.000 personas. A pesar de esta alta densidad humana, es una de las ciudades con más espacios verdes en Asia. La mayor parte de sus habitantes reside en edificios altos de apartamentos concentrados en las zonas urbanizadas y el resto del territorio se compone de parques y bosques. La cantidad de islas diminutas y las costas formadas por acantilados muy abruptos esconden calas y playas poco accesibles. A pesar de esto, Hong Kong es una de las ciudades más contaminadas del mundo.
  
     Hong Kong también se hizo famoso por sus películas de acción protagonizadas por luchadores como por Jackie Chan y Bruce Lee, muchas de ellas dirigidas por John Woo.  En los últimos años, el director de cine de origen shanghainés afincado en Hong Kong Wong Kar-Wai  con sus inolvidables películas Deseando amar y 2046 se ha convertido en uno de los cineastas de más prestigio internacional del cine chino, a la altura de directores-estrella asiáticos pertenecientes a la llamada Quinta Generación, como Zhang Yimou  y Chen Kaige.
       
     A mí me había hablado mucho de la gran diferencia entre Hong Kong  y el resto de las grandes ciudades chinas pero en aquel largo viaje a unas cuantas ciudades del gran país asiático –Pekín, Shanghai, Siam, Souzhou, Hangzhou, Guilin, Hong Kong--, a finales del verano de 2006, esas diferencias no las vi por ninguna parte, salvo que en Hong Kong se conduce por la izquierda  --como manda el canon británico en asuntos de tráfico automovilístico-- y la moneda oficial no es el yuan sino el dólar de Hong Kong. De esta ciudad impresiona todo: sus hoteles de superlujo como el Península, su puerto –uno de los más grandes del mundo con sus miles y miles de contenedores alineados perfectamente, como si fueran soldados de la Wehrmacht hitleriana--, sus karaokes callejeros, tan cuidados como las actuaciones en el antiguo Festival de San Remo, sus calles comerciales limpias y brillantes como una patena y su barrio de pescadores –Abeerden— en el distrito sur de la bahía con sus barcazas-vivienda donde se cocina a todas horas.


     Pero, sobre todo, lo que más me impresionó de Hong Kong fue la sesión de fuegos artificiales en plena bahía, a media noche, como remate de la semana de fiestas de la ciudad, y que todavía recuerdo como uno de los espectáculos luminosos más impresionantes del mundo. A su lado, todos los fuegos artificiales que he visto después me han parecido esos puñados de chispas de brasa que saltan en las barbacoas caseras.


FIN DE LA SERIE

Sergio Coello