sábado, 19 de noviembre de 2011

Media vida en 25 canciones (15)

Blowin' in the wind


Blowin' in the wind (literalmente en español, Soplando en el viento) es una de las canciones más populares de toda esa pléyade de obras maestras musicales que incluye la discografía de Bob Dylan. Hasta el punto de que se convirtió en un clásico de la música norteamericana de la época ─los agitados años sesenta─ por su condición de síntoma de una sociedad marcada por la guerra de Vietnam. También acabó siendo una especie de sobrevenido himno universal para una generación ─la nuestra─, más o menos veinteañera durante aquella década. La canción estaba incluida en el álbum The Freewheelin' Bob Dylan, editado en 1963, y representa el arquetipo de lo que se llamaría “canción protesta”, una denominación demasiado simplista para un fenómeno complejo.

Blowin' in the wind ha resultado ser quizá la más emblemática de todas aquellas canciones “comprometidas” porque, sin ser sectaria, contiene todas esas preguntas sobre la paz, la guerra y la libertad que los seres pensantes se han planteado alguna vez en la vida. Que no haga referencia a ningún hecho concreto ─y ésta es una modesta opinión personal─ no le añade a la letra ambigüedad sino grandeza.
Bob Dylan nació con el nombre de Robert Allen Zimmerman el 24 de mayo de 1941 en Duluth, Minnesota, donde su padre trabajaba para una compañía petrolera. En 1947 la familia se trasladó a un pequeño pueblo y allí fue donde el joven Dylan comenzó a leer poemas y a interesarse por la música, aprendiendo a tocar el piano y la guitarra. En 1959 se matriculó en la universidad de Minnesota y ese traslado a la gran ciudad ─Minneápolis─ le abrió nuevas posibilidades, permitiéndole conocer un amplio espectro de estilos musicales, desde el “country” hasta el “rock”. Abandonó los estudios sin terminar la carrera universitaria y empezó otra como cantante solista ─con esa inconfundible voz heterodoxa que le ha caracterizado siempre─, tocando en locales nocturnos con el acompañamiento de su guitarra y su armónica. Fue en esa época cuando decidió adoptar el nombre artístico de Bob Dylan, en homenaje al poeta Dylan Thomas.

Ya en Nueva York, conoció a varios músicos legendarios del folk ─especialmente, a Woody Guthrie, al que dedicaría su canción Song to Woody─y un ejecutivo de la discográfica Columbia le ofreció un contrato para grabar su primer disco que pasó sin pena ni gloria. Sin embargo, en 1963 publicaba su segundo álbum, The Free Wheelin' Bob Dylan y ese trabajo contenía dos símbolos expresivos de aquella Norteamérica: me refiero a las canciones Blowin' in the wind y A hard rain's a-gonna fall (Caerá un aguacero) Su tercer disco, The times they are a changin (Los tiempos están cambiando) siguió el camino de las anteriores y la música de Dylan empezaba ya a convertirse en la banda sonora de los movimientos comprometidos con los derechos civiles en el mundo entero.

A comienzos de 1965 grabó un nuevo álbum, "Bringing it all back home", mitad eléctrico y mitad acústico ─primer aviso de que Dylan es alérgico al encasillamiento─ y, tras romper su relación sentimental con la cantante Joan Báez, publicó otro,"Highway 61 revisited", que contenía el tema "Like a rolling stone", una de las canciones que mayor influencia han ejercido en la música joven del último tercio del siglo XX. A este disco le siguió "Blonde on blonde", grabado en Nashville a comienzos de 1966, que hizo de Dylan el artista más importante de su generación. Su imparable carrera queda interrumpida cuando un accidente de moto le obligo a permanecer una larga temporada en casa. Después de recuperarse, publicó "John Wesley Harding", un disco que ha sido considerado el contrapunto de toda su música anterior, además de suponerle el reconocimiento universal como uno de los grandes poetas de la canción. Dylan también participó en el rodaje de la película Pat Garret and Billy the Kid, dirigida por Sam Peckinpah y protagonizada por uno de los grandes amigos de Dylan, Kris Kristofferson. No fue un gran éxito en su estreno, pero la banda sonora ─del propio Dylan, que también interpretaba un papel secundario─ se popularizó inmediatamente.

Cuando el cantante pasó de la música acústica al folk-rock, la fusión de estilos ─experiencia polémica, como todas en las que cualquier verdadero artista escapa de la cárcel estilística en la que le quiere encerrar su público─ surgió su mayor logro: la síntesis cultural que había ejemplificado antes aquella trilogía de álbumes de mediados de los sesenta llamados Bringing It All Back Home, Highway, Revisited y Blonde on Blonde.

La sofisticación verbal de las letras de Dylan llamó muy pronto la atención de los críticos literarios, que encontraron en sus versos influencias de autores como Elliot, Keats y Alfred Tennyson. No es extraño, pues, que haya sido propuesto varias veces como candidato al Premio Nóbel de Literatura. En 2006 aparecía su álbum Modern Times ─ese C.D. ha sido uno de los mejores “regalos de Reyes” que me ha hecho mis hijos, dicho sea de paso─ y la publicación del mismo fue aclamada por la crítica musical. La pléyade de recursos alternativos y de material inédito en este trabajo prueba la asombrosa vitalidad de Dylan que, ya sobrepasados sus sesenta años, volvía a demostrar una evidente determinación de repetirse lo menos posible a sí mismo en los estudios de grabación. El cantautor norteamericano obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 2007. “Es un mito viviente y el faro de la generación que tuvo el sueño de cambiar el mundo", afirmó el jurado en el Teatro Campoamor de Oviedo, durante la entrega de premios.



Blowin' in the wind

How many roads must a man walk down

Before you call him a man?
Yes, 'n' how many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?
Yes, 'n' how many times must the cannon balls fly
Before they're forever banned?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.

How many times must a man look up
Before he can see the sky?
Yes, 'n' how many ears must one man have
Before he can hear people cry?
Yes, 'n' how many deaths will it take till he knows
That too many people have died?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.

How many years can a mountain exist
Before it's washed to the sea?
Yes, 'n' how many years can some people exist
Before they're allowed to be free?
Yes, 'n' how many times can a man turn his head,
Pretending he just doesn't see?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.



Soplando en el viento

¿Cuántos caminos debe un hombre caminar,
antes de que le llamen hombre?
¿Cuántos mares debe una paloma navegar,
antes de que se duerma en la arena?
¿Cuánto tiempo deben las bolas de cañón volar,
antes de estar prohibidas para siempre?

La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento
la respuesta está soplando en el viento.
¿Cuántos años debe una montaña existir,
antes de que sea bañada por el mar?
¿Cuántos años pueden algunas personas existir,
antes de que sean libres?
¿Cuántas veces puede un hombre girar su cabeza,
y fingir que no te ha visto?
La respuesta, amigo mio, está en el viento
la respuesta está en el viento.

¿Cuántas veces debe un hombre mejorar,
antes de que pueda ver el cielo?
¿Cuántos años debe un hombre tener,
antes de que pueda escuchar a la gente llorar?
¿Cuántas muertes cometerá hasta que sepa
que mucha gente ha muerto?

La respuesta, amigo mio, está en el viento
la respuesta está soplando en el viento.



De Blowin’ in the wind hay tantas versiones como a ustedes se les ocurran. En estilo folk tradicional (Peter, Paul and Mary, Joan Báez, Johnny Cash y Dolly Parton); en estilo “libre” (The Hollies, Sam Cooke, Marlene Dietrich, Chet Atkins, Trini López y Stevie Wonder) y en estilo pop-rock (Elvis Presley, Cliff Richard y Bruce Springsteen). Y, sin duda, en cualquier otro que puedan imaginar, por surrealista que les parezca.

Blowin’ in the wind ─ya lo habrán advertido quienes hayan llegado leyendo hasta aquí─ no es mi canción dylaniana favorita, ni mucho menos. Prefiero cien veces antes Like a rolling stone, A hard rain's a-gonna fall y otra media docena más de cuantas almacena su inmensa cosecha. Pero tengo he de decir, porque así lo pienso, que este tipo ─del que se dice que lleva sangre judía en las venas─ quizá haya hecho la mejor música de la segunda mitad del siglo XX. Y aunque no fuera así, les aseguro que su obra como cantautor ha sido la que más ha influido en mi forma personal de concebir el arte (especialmente, música y literatura) por encima de muchas otras influencias.

Jamás olvidaré la noche del 26 de junio de 1984, cuando Bob Dylan cantó en directo por primera vez en España en el estadio del club de fútbol Rayo Vallecano. Llevaba a la banda de Carlos Santana como “teloneros” y uno tuvo la suerte de estar allí. El concierto acabó pasadas las tres de la madrugada y la aventura de regresar a Alcalá de Henares ─por la autovía de Barcelona A-2 en automóvil─ estuvo a juego con la talla de la actuación. El monumental atasco duró más de tres horas, de manera que después de una ducha, un afeitado y un cambio de indumentaria, sin la menor pérdida de tiempo, me planté en mi lugar de trabajo a la hora en punto de la mañana siguiente. No ha sido la primera ni la única vez que he trabajado sin dormir nada la noche anterior pero sí en la que me he sentido más despierto. En realidad, a esas alturas de mi vida odiaba ya la asistencia a conciertos masivos en estadios de fútbol o en plazas de toros, incluidos los de mis estrellas favoritas. Demasiados conciertos contra la dictadura, a lo largo de muchos años, me vacunaron contra esa epidemia típica de la “dichosa” transición. Sólo repetí, unos años después, con el bautizo español de “otro cantante por el que tengo “debilidad”, Bruce Springsteen en el estadio Vicente Calderón. Y únicamente porque The Boss es el único heredero de Bob Dylan en el que confío para que los que se dicen “hijos suyos” no arruinen el inconmensurable patrimonio paterno.


Sergio Coello

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