lunes, 14 de marzo de 2011

Media vida en 25 canciones (5)

JE NE REGRETTE RIEN

Empiezo por confesar una debilidad especial por esas canciones que son “declaraciones de principios” personales. Ya saben, Pero sigo siendo el Rey, del mexicano José Alfredo Jiménez, My way, de Paul Anka y Frank Sinatra, Mediterráneo, de J.M. Serrat, A mis cuarenta y diez, de Joaquín Sabina y algunas otras; no demasiadas. Letras con música que hablan de vidas construidas a la machadiana manera: golpe a golpe y verso a verso. Gente hecha y derecha que arrastra un pasado lleno de caídas, seguidas de otras tantas puestas en pie para continuar adelante. Sin llantos ni reproches por las consecuencias de haber elegido el peligroso camino de la libertad y caminar a solas por él.

Je ne regrette rien (No me arrepiento de nada) pertenece a ese grupo irreductible de gritos de independencia personal y tiene el mérito de que haber sido inmortalizado por una mujer ─Edith Piaf─ que amaba tanto la vida como ésta la odió a ella. Una vida que empieza en una niña pobre y enferma viviendo en la calle y acaba en una anciana de apenas cincuenta años, consumida por el dolor y la morfina.

Edith Piaf, una jovencita marginal, nacida en los suburbios de París, llegó a convertirse en gran estrella mundial de la canción porque estaba poseída por ese espíritu exclusivo de las diosas de arrabal. Su infancia fue peor que conflictiva y, como todo auténtico perdedor ─no como esos “desfavorecidos” de pacotilla─, supo mucho de la pobreza sin trampa ni cartón; esa que consiste en acostarse muchas noches habiéndose metido en el estómago únicamente la propia saliva segregada a lo largo del día. Sufrió incluso una ceguera infantil que se le curó milagrosamente tras una visita a la tumba de Santa Teresa de Lisieux ─la Piaf dixit─ y sus mejores de la niñez remitían al periodo que pasó viviendo en el prostíbulo que regentaba su abuela. Resulta imprescindible tener en cuenta estos antecedentes para poder acercarse a la compleja personalidad de la más grande cantante francesa de todos los tiempos. Sin esas premisas no se entenderían su pasión compulsiva por hombres más jóvenes que ella, su tendencia a la autodestrucción ─alimentada por grandes dosis de alcohol y derivados del opio─ y aquel empecinamiento suyo en regalar al mundo la magia de su voz, que siguió intacta incluso cuando ya tenía un pie dentro de la tumba. Edith Piaf lo explicó perfectamente en una canción inmortal ─Je ne regrette rien─ que es su autobiografía con banda sonora y lleva dentro toda la rabia interior metabolizada en arte que sólo puede surgir en el corazón de la rosa que se atreve a crecer en un vertedero.

Je ne regrette rien

Non, rien de rien,
Non, je ne regrette rien
ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
tout ça m'est bien égal
non, rien de rien,
non, je ne regrette rien
c'est payé, balayé, oublié,
je m'en fous du passé
Avec mes souvenirs
j'ai allumé le feu
mes chagrins, mes plaisirs,
je n'ai plus besoin d'eux
balayé les amours
avec leurs trémolos
balayé pour toujours
je reparas a zéro
Non, rien de rien,
non, je ne regrette rien
ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal
tout ça m'est bien égal
non, rien de rien,
non, je ne regrette rien
car ma vie,
car mes joies
aujourd'hui
ça commence avec toi




No me arrepiento de nada


No, nada de nada;
no, no me arrepiento de nada.
Ni del bien que me han hecho, ni del mal;
todo eso me da lo mismo.
No, nada de nada:
no, no me arrepiento de nada.
Está pagado, barrido, olvidado:
me da lo mismo el pasado
Con mis recuerdos
yo prendí el fuego,
mis tristezas, mis placeres;
ya no tengo necesidad de ellos.
Barridos mis amores
con sus trémolos,
barridos para siempre
vuevo a partir de cero
No, nada de nada;
no, no me arrepiento de nada.
Ni del bien que me han hecho, ni del mal;
todo eso me da lo mismo.
No, nada de nada;
no, no me arrepiento de nada.
Pues mi vida,
mis alegrías,
hoy
comienzan contigo...

Je ne regrette rien nació en 1956 pero el mundo no le tributó el menor reconocimiento hasta que en 1960 se la oyó cantar a la Piaf, para quien había sido compuesta con letra de Michel Vaucaire y música de Charles Dumont. Más tarde, fue interpretada por muchos artistas: Johnny Hallyday, Dalida (en italiano y en español), Mireille Mathieu (su heredera-imitadora), Raphael, Vicky Leandros (en alemán), Les Garçons Bouchers, Patricia Kaas, Marc Lavoine, el grupo de “reggae” Danakil, la cantante francesa de jazz Raquel Bitton, la sudafricana Helena Hettema, la italiana Patty Bravo ─sí, la de La Bámbola─, Michael Irion y, posiblemente con una de la mejores versiones, por la cantante finlandesa Laila Kinnunen que fue asídua participante en el Festival de Eurovisión durante la década de los setenta. Recientemente, Je ne regrette rien ha sido la guinda final de la película biográfica La vida en rosa protagonizada por Marion Cotillard ─Oscar a la mejor actuación femenina en el año 2007 para esta actriz─ y también fue utilizada como estribillo ─en una versión lenta, modificada por Hans Zimmer─ en “Inception” , la película de Christopher Nolan.

Ninguno de esas alternativas le llega a la altura de los zapatos a aquella mujer menuda y doliente, cuya voz nos sigue poniendo a algunos la piel de gallina cada vez que Je ne regrette rien nos entra por un oído sin salirnos por el otro. Y es que yo creo que se nos queda clavada, como si fuera una espina de diamante, dentro de la cabeza.

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